El escritor británico y Premio Nobel de Literatura V. S. Naipaul, a través de El sanador místico, dio una lección al mundo del poder que puede tener la historia. En esta obra, el autor encumbra la capacidad curativa que tiene el conocimiento del pasado sobre los hombres, tanto a nivel individual como en su influjo sobre un determinado colectivo. Naipaul, de manera simbólica, coloca sobre un hombre el proceso de independencia de la India. Quien conoce su pasado es capaz de entender su presente y de proyectar su futuro, evitando ser un simple instrumento del destino.
Naciones como la nuestra --con un pasado majestuoso y tan largo como ancho-- deben tomar esta lección como una enseñanza fundamental: nos hace falta reconocernos en el espejo de lo que fuimos. No cabe duda, la ignorancia histórica es una enfermedad social que además de grave se convierte en caldo de cultivo de diferentes síntomas de descomposición: intolerancia, autoritarismo, corrupción, racismo, etcétera. Salvadas las proporciones con la metáfora de Naipaul, en nuestro país hacen falta curas para todos estos males, hace falta que conozcamos, de manera práctica y ágil, lo que sucedió a nuestras espaldas, lo que hicieron nuestros antepasados. Lograrlo implica educarse, formarse, entender que somos integrantes de una sociedad, seres autónomos y soberanos pero, finalmente, partes de un conjunto social que, al igual que nosotros, tiene antepasados.